Desde los inicios de los tiempos, se ha considerado a la tierra como fuente de sostenimiento de la vida y a la observación como base del conocimiento. Sin embargo, en la actualidad, pocas veces nos detenemos a observar lo que nos rodea. Debido al estrés que genera la vida moderna y a la incertidumbre por entender hacia donde vamos, quienes somos y porque estamos aquí, el hombre deja pasar las bondades de la contemplación lo que podría hacer más placentera su estancia en este planeta.
Cuando nos tomamos un espacio de tiempo para meditar, para apreciar la belleza en el mas simple de los objetos y para escuchar nuestra voz interior, estamos camino a reencontrar nuestra esencia y a armonizar nuestros sentidos y estados de animo.
El Jardín Zen representa el camino de la vida, constantemente lleno de cambios, de diversos surcos, sombra y luz. El Jardin Zen nos permite relajar la mente y concentrarla en un solo punto. El secreto profundo de un Jardin Zen reside en la contemplación. Su belleza es invisible, se revela cuando observamos en silencio meditando en nuestro interior la relación entre los objetos que lo conforman.
Resulta cautivante cambiar su forma, trazando surcos en la arena, retirando las rocas y formando caminos a la luz de la vela. La arena representa la plataforma sobre la cual existimos, ella absorbe, recicla y transforma la energía a través de su magnetismo. Neutraliza las frecuencias nocivas, los pensamientos y emociones negativos se transmutan creando un ambiente de tranquilidad en nuestro interior.
Las piedras representan los obstáculos que enfrentamos a lo largo de la vida y que nos van dejando una enseñanza. Nada pasa por casualidad, todo tiene un motivo, de causa y efecto.